viernes, 30 de marzo de 2012

Teo..."Hombre Alado"

El otoño ya se hacía notar de golpe crudo como invierno fosforescente en la cuidad, y el hombre alado era el vagabundo del sub-mundo en el que no pertenecía. ¿Un ángel caído?...quizá una...¿salvación para ellos? no, para nada, solo un poeta rebelde y perdido. 

...Ya era tarde, si es que el tiempo puede correr entre las tinieblas, él se hallaba caminando tranquilo entre los árboles, pisando las descoloridas hojas, haciendo crujir como gigante el silencioso y voraz el  bosque de cemento. Siempre solo, siempre callado, siempre misterioso. Nada más que un simple polerón con gorra le cubría todo el cuerpo junto con sus dorados cabellos que pareciesen avergonzarlo, y entre ese tumulto de voces sepultadas, desapareció bruscamente como de rayo.
Así paso al día siguiente y al siguiente...y...al siguiente...
¡Oh! como retrocedía y avanzaba, era una locura...era como un fantasma, cumplía todos los requisitos para ellos, su alma transparente pasaba saltando invisible por doquier, hasta por los más obvios reconditos sectores, era su escudo, uno celestial...lamentable que era temporal, sin embargo, nunca perdió su encanto y parte de su pureza, su blancura, esa piel clara, incluso pálida, pero tersa con una juguetona barba rubia, sus bellas facciones serias y como que casi siempre solo se podían expresar tres facetas de sus gestos, parecía ivernar.

Todos los otoños me traían su recuerdo y observaba o al menos intentaba imaginar sus alas danzantes, intentaba reemplazarlo, ¡oh pero no podía! ¡no podía y me frustraba en mi agujero! ¡lo había estropeado! 
Lo sé...lo sé todo, es mi culpa...me pase la vida imaginandote Hombre Alado.